El Lirio del Prado

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El Lirio del Prado, o el otro proyecto de nación.

La historia de Cuba puede leerse como el conflicto entre dos proyectos de nación no cuajados. Uno excluyente e impuesto desde arriba, del cual no escapan muchos de nuestros próceres independentistas y los sucesivos gobernantes desde la época republicana hasta la fecha, y otro que “brota desde abajo” (Fernando Ortiz), y que, si bien no ha logrado plasmarse en instituciones representativas a nivel político, ha ido conformando la sustancia de una cultura e identidad nacionales.
Una zona de la novelística de las naciones jóvenes (y Cuba lo es pues la nacionalidad realmente cuaja en el siglo XX después de la aparición de la radio) tiende a ocuparse en mostrar el cosmos en que se desenvuelve la vida en esos períodos nacionales formativos, mostrándonos—el lado humano— de la historia; que no es lo mismo que la historia del estado propio de la perspectiva de la historia oficial. En el caso cubano, la novelística que se ha acercado a esos temas—estoy pensando por ejemplo en Carlos Loveira (1882-1928) o en Manuel Cofiño (1936-1987)— ha adolecido de hacer el relato de la vida desde la óptica positiva o negativa del discurso oficial, o desde la experiencia de las propias élites excluyentes. El Lirio del Prado es, a mi juicio, la primera novela cubana que sigue la historia de una familia, sus avatares, tragedias y luchas por la sobrevivencia desde la experiencia de la vida cotidiana de los de abajo, de los impulsores de ese otro proyecto de nación que si bien ha logrado más o menos imponer una cultura no ha podido establecerse como un proyecto de país.
El novelista, a través de la historia familiar, muestra la constitución y el desarrollo de un sujeto social tan presente y determinante en nuestra realidad histórico-social como desconocido en sus interioridades; esos negros y mestizos que, a pesar de haberse comportado “por su papel en las guerras de independencia” como los verdaderos patricios del país, han sido siempre preteridos, reducidos a la caricatura del teatro bufo, de la sirvienta, el delincuente o el policía de los programas televisivos. Reynaldo Fernández Pavón convierte a ese sujeto en personaje principal, y el devenir histórico y existencial del mismo, en otra visión de la historia del país.
Nos presenta una saga donde el dramatismo, la entereza del espíritu humano, la creatividad, el valor, el orgullo y el humanismo nos conducen a la dimensión de la universalidad. El autor acude al tiempo histórico como recurso y sustancia de la novela, desde donde los personajes son casi siempre los narradores de su propia saga. EL Lirio del Prado es, sin embargo, una gran historia de amor o, mejor, una gran historia de amores y, además, la historia de una gran mujer: Rafaela Alfonso.

Lic. Enrique Patterson

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