El güije en la cultura cubana

“Mitos y las leyendas: El güije en la cultura cubana”

El güije

Los mitos reúnen y transmiten la esencia del pensamiento humano en una fase remota del desarrollo de la capacidad de abstracción y de los sentidos que en su evolución han registrado las huellas de nuestro paso por el planeta tierra, en esa coordenada del espacio que llamamos tiempo. Los mitos representan un nivel del pensamiento muy importante para el estudio de la vida en conjunción con la naturaleza y las fuerzas cosmogónicas. Los mitos son ventanas cognitivas que nos permiten pasar de una época a otra, como ocurre en el caso de la literatura y el arte: un ejemplo muy claro de esa importante función lo son “La Ilíada” y “La Odisea”, obras de obligatoria lectura para el estudio de la llamada etapa oscura de Grecia. Existen diferentes clasificaciones sobre los mitos, mencionaremos las que serán útiles para entender la diferencia entre mito y leyenda:

  • Los mitos cosmogónicos y teogónicos que explican los orígenes y acciones de los dioses en relación con el mundo fenomenológico. Mitos que corresponden a una fase del proceso de la relación sujeto- objeto –idea, en que el hombre se enfrenta a un entorno demoníaco y trata de descubrir e interpretar leyes y categorías que existían independientemente del desarrollo de su propia consciencia.
  • Los mitos de la antropo-génesis que se refieren a la aparición y evolución del hombre y los de carácter moral que tuvieron una enorme influencia en la política y la ideología y la ética del mundo antiguo.
  • Los mitos filosóficos, de los cuales existe un ejemplo clásico: El “Mito de la Caverna” que Platón menciona en su obra “La República” al referirse a la naturaleza de la educación.

La influencia de los mitos en el individuo y los acontecimientos históricos puede observarse a través de “E l Mito de Quetzalcóatl”, su profunda huella se remite al pasado remoto de las civilizaciones de Nuestra América. Quetzalcóatl, Estrella de la Mañana o Serpiente Emplumada, nace de Chimalma, una mujer virgen – como Jesucristo -, su padre era un semi-dios nombrado Mixtocoalt.  Su madre lo colocó en una cesta y lo depositó en las aguas de un rio desconocido – tal y como se narra sobre Moisés en el pasaje bíblico del Antiguo Testamento – y fue encontrado por sabios que lo criaron y educaron, llegando  ejercer muchos años después el cargo supremo del gobierno.

Otro mito describe a Quetzalcóatl como un hombre blanco, rubio, barbado, poseedor de un conocimiento científico sin precedentes en Mesoamérica y enseñó a sus contemporáneos a labrar metales, el arte de la orfebrería y la astrología y al morir renace en forma de “estrella”, interesante analogía con Jesús pues como el Mesías,  Quetzalcóatl venció a la muerte y resucitó. Existe una fascinante interrogante todavía sin respuesta para los antropólogos en los monumentos olmecas (1,500 a.C. – 100 d.C.) civilización que correspondiendo al Preclásico Inferior y Medio crea representaciones de hombres barbados, con la nariz aguileña y los cabellos lacios. Este hombre blanco, rubio y barbado jugó un papel muy relevante entre Toltecas, Nahuas y Mayas por sus conocimientos científicos.

De acuerdo con  las crónicas de  Bernal Díaz del Castillo, presumimos que este mito pudo haber  ejercido  una dramática influencia en la actitud del  Emperador Moctezuma a la llegada de Hernán Cortés al mando de aproximadamente un millar de soldados y a quien el emperador envió tendiles con oro,  joyas y hermosos presentes, motivado por la impresión que le provocó un hombre que aparecía ante sus ojos con un casco de latón que brillaba al sol,  como mucho tiempo atrás según la mitología, había llegado a Tenochtitlán otro hombre blanco y barbado con un casco semejante. Este episodio fue el principio de una serie de acontecimientos que concluyen con la victoria de los españoles al mando del propio Hernán Cortés y que causó la muerte de cien mil hombres de las huestes de Moctezuma.

Contrario al mito, las leyendas nacen de acontecimientos que permanecen en la memoria colectiva por contar con una base objetiva, y son creídas por quienes las narran y por aquellos que las escuchan, proceso en el cual la transmisión oral es de suma importancia. En el surgimiento de los nuevos pueblos americanos, las leyendas se nutrieron de fábulas contadas por indios, europeos y africanos procedentes de regiones geográficas muy distantes. Proceso en el cual se produjo un incesante intercambio de aportaciones de toda índole que en el caso de Cuba dieron lugar al sincretismo entre el sistema religioso de los afrocubanos y la religión católica. Este complejo proceso crea una sicología, un carácter, un lenguaje y una historia común en la que surgen  leyendas que reflejan  los aspectos que definen y diferencian a esa nueva nación en el concierto de naciones. He aquí algunas de las leyendas más conocidas entre cubanos:

  • El jinete sin cabeza
  • La Luz de Yara
  • La Dama de Blanco
  • La leyenda del Guajiro del Café
  • La muerta viva
  • La Leyenda de Matías Pérez en el siglo XIX y la Leyenda de la Milagrosa en el siglo XX.

“La Leyenda de Matías Pérez” se refiere a un fabricante de toldos que llegó a ser muy conocido en la Habana en la segunda mitad del siglo XIX y se considera uno de los pioneros de la aerostática de Hispanoamérica. El día 12 de junio de 1856 Matías Pérez ascendió en un globo a los  cielos y descendió en el sitio conocido como Filtros del Husillo en lo que fue considerado todo un suceso y el día 28 de junio del propio año en el globo Villa de París, en el Campo de Marte, en presencia de miles de personas que fueron a contemplar su ascensión volvió a  los cielos para no regresar nunca más, dejándonos el conocido refrán popular “Voló como Matías Pérez” lo cierto es que le buscaron por tierra y por mar el mismo día y los días siguientes y no apareció ni el rastro, su desaparición lo convirtió en una leyenda que fabuló la posibilidad de que Matías Pérez desapareciera en una nave espacial en un encuentro del primer tipo. Existe incluso una novela cubana de anticipación inspirada en esta hipótesis.

Otra leyenda muy arraigada en el pueblo cubano por tocar los dedos del milagro es la referida a “La leyenda de la Milagrosa”. Amelia Goyri, una dama de la sociedad habanera y su hijo mueren el 3 de mayo de 1903, a consecuencia de una complicación surgida en el parto. Su esposo José Vicente Adot y Rabell visitó la tumba día a día durante tres años al cabo de lo cual y en la fecha de la exhumación se encontraron con un hecho impactante: el cuerpo de Amelia y del niño estaban intactos, pero lo más notorio es que el niño que había sido colocado a los pies de la madre apareció en sus brazos, por  lo cual se tapió la bóveda. Rodeada de flores que el pueblo y en especial las mujeres en estado de gestación le depositan como ofrenda al solicitar su ayuda en asuntos humanos de diversa índole. No existe una tumba en ningún cementerio de Cuba que muestre más flores frescas que el panteón de  “La Milagrosa”  en la Necrópolis de Colón.

Pero ninguna leyenda ha tenido tanto arraigo e influencia en la literatura, las artes plásticas, la etnología y la antropología, como las referidas a los güijes. El antropólogo y etnólogo cubano Fernando Ortiz, en su libro “Historia de una pelea cubana contra los demonios”, nos dice: “El Güije es un vocablo de origen africano que se utilizó para nombrar a los duendes de los ríos, charcas y lagunas”. En efecto, el güije es el gnomo o duende cubano por antonomasia.

Existe un documento apócrifo que se refiere al día en que Dios aparece ante Eva y por razones de las cuales se ha especulado mucho, Eva oculta a sus hijos y Dios le dice: “Esos que ocultas de mi presencia quedarán para siempre ocultos ante los ojos de los hombres”.  “Esos” que fueron ocultados de la presencia del omnisciente quizás dieron origen a las leyendas referidas a las hadas, los gnomos, los duendes y los güijes.

Las descripciones de quienes han tenido encuentros cercanos de la primera especie con güijes hacen retratos hablados de seres de tipo humanoide, de un tamaño aproximado al de un niño de 5 años, negros, muy velludos y que habitan en los charcos, ríos y presas de agua dulce.

Las leyendas cubanas recogen güijes cantores, voyeristas, bebedores, juguetones, raptores, asaltadores y ladrones que asustan a quienes les ven, por poseer capacidades que les permiten transfigurarse y adoptar la apariencia de otros seres e incluso, desaparecer sin dejar rastros, ni huellas. Terribles por su malevolencia han sido mencionados a los investigadores “El Güije de Remedios” y “El Güije de Sagua”.

Samuel Feijoo, periodista, escritor e investigador, en su libro “Mitología cubana” (1914), descubre en su investigación del campo cubano que las leyendas de los güijes sobrepasan cualquier otra leyenda en Cuba y que en algunas zonas de La Isla es llamado Chichiricú.

En el Siglo XIX se narró de boca en boca una historia que llegó a conocerse como “La Leyenda del Charco” en la que dos guardias civiles persiguiendo a un bandido en Sagua la Grande, toparon en el camino con un güije y del impacto que les causó la visión trataron de balearlo, pero el güije desapareció repentinamente. De regreso a la guarnición, contaron lo ocurrido y su testimonio fue tan vívido que incluso se filmó en 1909 una película silente sobre este suceso.

Francisco Marín Villafuerte, Historiador de Trinidad, una de las urbes de mayor importancia cultural del país, publicó en 1945 “Historia de Trinidad”, libro de 406 páginas ilustrado con 12 láminas. En este documento describe la peregrinación a “El Charco del Negrito”, el día de la celebración de San Juan Bautista, peregrinación religiosa que representa una expresión fidedigna del sincretismo religioso, dado el hecho que los pobladores de la ciudad de Trinidad creían fervientemente que un güije bautizaba a los niños que iban a bañarse en las aguas del río y que en ese instante el mismísimo San Juan Bautista se manifestaba en la persona del güije.

En las montañas del Escambray, se documentó otra leyenda sobre un güije enorme y alado que intentó secuestrar a una niña de 12 años, el güije no logró completar el rapto porque los campesinos de la zona donde se produjo el hecho lucharon contra él violentamente durante horas, hasta que el güije se vio obligado a huir desplegando sus alas.

Lidia Cabrera, antropóloga y etnóloga cubana, los menciona en su ensayo “La laguna sagrada de San Joaquín” (1993), resultado de la investigación que realizó en  la provincia de Matanzas, en la cual concluye que en algunas zonas se consideraba a los güijes divinidades acuáticas comparadas con el mítico orisha Olokún de la Regla de Osha.

Don Manuel González, vecino de la ciudad de Remedios, después del derrumbe de la Ermita del Cristo, encontró documentos propiedad de la ermita en los que se recogían sucesos relacionados con el denominado “Güije de la bajada”.

La egiptóloga y escritora cubana Julia Calzadilla, ganó el Premio Casa de las Américas con el libro “El Charco de la Jícara”, declaró: “Quien no ha visto a uno de estos gnomos o duendes, es porque tiene algún impedimento visual”. Los güijes aparecen con mucha frecuencia en la pintura cubana. Hay muchas imágenes que evocan a estos personajes en los cuadros de Wilfredo Lam, Pedro Fowler, Armando Larrinaga y Elvira de las Casas, entre otros artistas plásticos. Los güijes o chichiricús constituyen el cuerpo de leyendas más amplio y arraigado en la memoria colectiva de los campos y no han estado ajenas a la lucha por la sobrevivencia que han confrontado las creencias religiosas, las procesiones, las celebraciones y las fiestas populares. Las leyendas de los güijes han sido y serán parte integrante de la cultura cubana.

 Por Reynaldo Fernández Pavón

Poeta, novelista, compositor y canta-autor.


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