Un comentario al poemario Los últimos relatos
Por la doctora y escritora Amanda Rosa Pérez Morales
En este breve comentario intento señalar algunas impresiones que afloraron en mí, a propósito de la lectura de Los últimos relatos, el más reciente poemario publicado por el escritor, compositor y crítico de origen cubano Reynaldo Fernández Pavón. El libro, opuesto a su corta extensión material, reconfigura la propia percepción del espacio y el tiempo que lo consume. Sin embargo, esta particular forma de comprender lo espacial y lo temporal, continúa buscando sus cimientos en la historia material que de la tradición hemos heredado y a la cual nosotros hemos contribuido con nuestra propia existencia. Es, podría decir, la manifestación distópica de la contundencia de la vida tanto en su dimensión colectiva como personal.
Esta dimensión que se desoculta en la obra de Pavón es un reflejo, también, de su propia existencia. Señalé al inicio su origen cubano porque ello, precisamente, marca la forma en la cual se expresa su obra en este caso particular. El autor, como ser humano, trasciende las fronteras de una poesía cubana, caribeña e insular para transmitirnos una sensación de universalidad marcada por el mismo recorrido temporal que hace. La construcción de la cubanidad en su origen, entonces, se desmonta para abrirse a una construcción que refiere más a lo personal, íntimo que, a la descripción de un proceso de vida, marcado solamente por un espacio específico. El poeta como su obra se alejan un poco de sus inicios, agrietan su interior en pos de posibilitar la entrada de múltiples momentos y lugares que se enraízan volviéndose recuerdos, sentimientos iniciáticos y contundentes.
Otra característica del poemario es el juego místico que encierra y que da oportunidad al lector de encontrar códigos, relaciones entre algunos de sus versos o divisiones. Tal es el caso del rejuego que yo, particularmente, encuentro en los cuartos poemas de cada división. En el cuarto poema de la primera sección se puede encontrar una reflexión sobre la pregunta acerca del origen bárbaro de las criaturas terrestres y su gusto por la violencia y la muerte. Esta condición en forma de pregunta marca el inicio de nuestro recorrido terrestre y cósmico. La necesidad de imponer, las ansias de poder y el ensueño de dominación inundan la psique y el accionar del hombre como posibilidad. En el cuatro poema de la segunda sección anuncia el rompimiento, la separación, la individualidad: la caída del Paraíso, la partida del héroe, la separación de aquel con quien se estaba, el sacrificio, en algunas ocasiones. En este descenso caemos en el cuarto poema del tercer apartado donde el poeta se cuestiona y nos cuestiona las mutaciones de la fe constreñidas a un espacio seguro para algunos y presuntuoso para otros, y que se traducen en religión. En el cuarto poema del cuarto momento del libro llegamos a una conclusión pura: somos aquello que se construye a partir del paso del tiempo. Esto recuerda, entre otras cosas, al planteamiento husserliano que afirma la construcción fenomenológica del hombre a partir de su herencia cultural. Somos lo que nuestro pasado es y terminamos convertidos en un presente inmortal gracias a que nos volvemos parte del pasado. En la quinta sección ya el poema no se muestra en versos. No hay nada. Es la oscuridad profunda y densa del paso a la vida no material. Esto es consecuente con el poema anterior que anuncia esa existencia desarraigada de lo corporal.
Así la vivencia humana se divide en cuatro momentos terrenales: el nacimiento de los impulsos, la caída y separación del otro, la búsqueda de la fe y la contundencia del pasado como forma de inmortalidad. A estos los acompaña otro momento donde la palabra no es necesaria porque lo corpóreo desaparece.
De esta forma, Los últimos relatos es también el inicio de la toma de conciencia del propio yo en el mundo. Una conciencia que incluye a todos y se reafirma en el camino y con los otros. Aun así, los cuestionamientos no desaparecen. ¿Hay formas de separarnos de nuestro pasado? ¿Podemos llegar a ser, a existir verdaderamente sin la influencia del tiempo pasado, presente y futuro? ¿De qué forma se constituye nuestra herencia; qué tomar y qué no? ¿Cuál es el verdadero origen de mi yo individual? ¿Acaso, simplemente, podemos hablar de un origen? Así, para todo aquel que intente comprenderse más allá de las fronteras terrenales (y en nuestro caso insulares), el poemario de Reynaldo Fernández Pavón podría ser una vía para escaparnos de preconformaciones regionales. Es una forma de entender el espacio como uno solo: como el espacio del mundo.
Doctora Amanda Rosa Pérez Morales
Amanda Rosa Pérez Morales es candidata a Doctora en Filosofía Contemporánea por la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla. Máster en Filosofía por la misma institución. Máster en Psicología clínica y Terapia Gestalt por la Esneca Busines School de Madrid. Licenciada en Filosofía por la Universidad de la Habana. Directora del Centro de Estudios Filosófico-Culturales (CEFC) y columnista en los medios: Hypermedia Magazine, El Toque, Matria y Con/texto Magazine. Publicó la novela El jazz ácido de Nueva Zelanda (2014) y el libro de relatos Diez (2018). También, ha coordinado la antología de cuentos Literatura y Afuera (2019) y (en conjunto con la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla) el libro de filosofía: Lo vital y lo virtual. Reflexiones filosóficas sobre la cotidianidad y el mundo contemporáneo (2020). Además, se desempeña como docente en la Universidad de Oriente, México. Sus líneas de investigación son dentro del área de la postfenomenología, el posthumanismo y el pensamiento de filósofas del siglo XX y XXI. Ha impartido múltiples conferencias y participado en distintos congresos nacionales e internacionales. Cuenta con disímiles publicaciones en antologías y revistas tanto de literatura como de filosofía.
Para escuchar uno de los cantos de este libro, por favor haga clic en este enlace a youtube:
https://https://www.youtube.com/watch?v=e3k1PC7gACg]
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